¿Lo has intentado alguna vez?
El Arpa de Cristal no es más que un conjunto de copas del mejor cristal afinadas al añadir más o menos líquido y que se hacen sonar frotando el borde con los dedos humedecidos.
Todos hemos escuchado la pieza de 'El Cascanueces' de Tchaikowski titulada 'El hada de azúcar' que fue compuesta en principio para este instrumento cristalino-acuático y que más tarde se adaptó para celesta.
Hay más de 100 composiciones clásicas que han sido ideadas para este instrumento y otras muchas adaptaciones.
En el siglo XVIII Benjamin Franklin inventó la Armónica de Cristal: basado en la sonoridad del cristal, este instrumento está compuesto por 37 discos de cristal montados horizontalmente sobre un eje que los hace girar, pintados de diferentes colores según la escala y que funcionaban al hacerlos girar pisando un pedal y frotarlos con los dedos húmedos.
Era un diseño novedoso que permitía tocar hasta diez cristales a la vez, impensable en el Arpa de Cristal.
Esta versión más moderna, la de Franklin, tuvo mucho éxito en el siglo XVIII, aunque también estuvo rodeada de misterio y cierta leyenda negra. Se decía que las personas melancólicas o de ánimo triste no debían escuchar esta música, ya que podía hundirles aún más en la melancolía e incluso llevarles al suicidio. Sus intérpretes también estuvieron rodeados de aquella leyenda, que decía que tocar aquel instrumento les conducía a la depresión, la infidelidad y el más absoluto pesimismo, incluso hasta llevarles a muertes misteriosas o al suicidio. El psicólogo Friedrich Rochlitz llegó a llamarlo 'instrumento de la autoaniquilación'. Se desaconsejaba , incluso en las revistas de ciencia, escuchar composiciones e interpretaciones de este instrumento 'maldito'.
A partir de 1820 no se volvió a tocar la Armónica de Cristal, seguramente porque habían cambiado las modas, aunque también influyó esta 'leyenda negra'.
¿Por qué el misterio de su sonido?
El sonido de esta Armónica o del Arpa de Cristal es de un rango entre 1000-4000 Hz, espectro en el cual nuestro oído y nuestro cerebro no logran localizar del todo el origen del sonido, 'no están seguros de dónde nos viene la música'.
Por eso su tono y su melodía nos parecen como de otros mundos, o nos hace soñar con ellos.